En cada foto, en cada imagen, el significado lo pone el receptor y la verdad sobre ella la sabe su creador, Kong Nyong (*¿1993? en Ayod, Sudán - 2008†) es el nombre del pequeño niño al que estaba al acecho por un buitre fue fotografiado el reportero gráfico Kevin Carter en 1993 en la pequeña aldea de Ayod, situado en Sudán, Karter fue miembro de un grupo de fotoperiodistas sudafricanos blancos llamados “Bang Bang Club”, fue ganador del premio Pulitzer en 1994.
Todos los grandes iconos fotográficos cargan con su ración de mitología. Pero hay otros en los que la mitología ha virado hacia la leyenda negra, La foto de Kevin debió de haber sembrado reflexión en el mundo, todo lo contrario genero polémica, espectadores, atormentados con una sucia conciencia y acosados por los problemas que creamos, por nuestra poca responsabilidad, Los periodistas españoles José M. Arenzana y Luis Davilla que hicieron otra instantánea donde Carter captó la foto que le valió el Pulitzer desmontan la leyenda negra.
A mediados de marzo de 1993, Carter viajó con su colega Joao Silva, Carter y Silva eran dos de los cuatro foteros conocidos en Johanesburgo como el Club del Bang-Bang, Pertenecían a esa clase de reporteros que no se amilanan ni cuando la muerte les mira de cerca o la sangre les salpica la lente.
Cuando Carter y Silva llegaron a Ayod, entre infectos pantanales, a unos mil kilómetros del lugar civilizado más cercano, el poblado funcionaba como feed-center, un centro de alimentación de la ONU. Unas 15.000 personas exhaustas que huían de los combates, con grave desnutrición y enfermedades como la malaria, el kala azar (leishmaniasis) o el gusano de Guinea, se concentraban allí y aquello era un verdadero festival de ayuda humanitaria. Silva y Carter, cada uno por su lado, hicieron fotos toda la mañana de aquel espanto. Cuando se reencontraron, Carter le describió la escena vio a un bebé desnutrido tendido en la arena justo en el mismo plano que un buitre, dos símbolos poderosos que representaban la mejor metáfora de lo que sucedía en aquel lugar en aquel instante, una de las catástrofes humanitarias más importantes del siglo XX, se sentó a llorar: esperó 20 minutos a que el buitre entrase en plano, hizo la foto, más tarde Joao Silva, compañero de Carter, declaró en realidad esta foto fue tomada en el momento justo en que la niña estaba defecando y que el buitre esperaba a que terminara, no para hacerle daño sino para comerse su excremento y que, finalmente, Kevin espantó al buitre y se marchó.
Carter no era otro predador ni el ejecutor del niño, no, sino su único redentor. La redimió y esparció la culpa al mundo, para que miremos por un segundo hacia la tragedia de nuestro mundo. Carter se limitó a recortar un trozo de paisaje para servírnoslo a domicilio, la forma en que logra expresar la realidad de nuestra era fue su gran logro, pues la foto a manera de metáfora representa una realidad trágica.
Cito lo que se escribió en una crónica publicada en marzo de 2007, en el diario El Mundo: “No es ningún montaje: sucedió así y Carter sólo nos troceó y nos regaló el significante; el significado lo pusimos nosotros…”
«Es la foto más importante de mi carrera, pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña», dijo el fotógrafo sudafricano, Kevin Carter
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